Un estudio británico sugiere que los psicodélicos podrían fomentar la resiliencia emocional en tiempos de crisis
Un nuevo estudio longitudinal con más de 240.000 participantes en el Reino Unido ha revelado que las personas que consumieron tanto psicodélicos como cannabis durante la pandemia de COVID-19 experimentaron mejoras sostenidas en síntomas de ansiedad y depresión. A diferencia de otros grupos de consumidores de drogas, su salud mental terminó siendo comparable a la de quienes nunca habían consumido sustancias ilícitas.
La investigación ha sido publicada en el Journal of Psychopharmacology y fue liderada por Maria Bălăeţ, actual directora del laboratorio ASET (Altered States, Evolution and Technology) del King’s College de Londres. Los hallazgos apuntan a un posible valor terapéutico del uso naturalista de psicodélicos, especialmente durante períodos de estrés colectivo.
La pandemia como laboratorio natural de salud mental
El impacto psicológico global causado por el COVID-19 proporcionó un contexto ideal para observar cómo las personas lidiaban con el estrés. Mientras muchos estudios anteriores se centraban en el alcohol, el tabaco o el cannabis, esta nueva investigación se enfocó en sustancias como la psilocibina, el LSD y la DMT.
La base del análisis fue el Great British Intelligence Test, una iniciativa de ciencia ciudadana apoyada por la BBC. Desde finales de 2019 hasta 2022, más de 240.000 personas participaron en las evaluaciones iniciales, y cerca de 68.000 completaron seguimientos en tres momentos distintos: diciembre de 2020, junio de 2021 y enero de 2022.
No todos los patrones de consumo generan los mismos efectos
Los investigadores clasificaron a los participantes en seis grupos: usuarios de solo cannabis, solo cocaína, cannabis y cocaína, cannabis y psicodélicos, consumidores de múltiples drogas, y un grupo de “otros” sin categoría definida. Luego, se compararon con personas sin experiencia en el uso de drogas.
Al inicio del estudio, todos los grupos con historial de consumo presentaban peor salud mental que los no consumidores. Sin embargo, solo el grupo que combinaba cannabis y psicodélicos mostró mejoras constantes. Sus puntuaciones en depresión y ansiedad disminuyeron, y al final del estudio no se distinguían de las del grupo libre de drogas.
En cambio, los usuarios de solo cannabis mostraron niveles persistentemente bajos de salud mental, sin progresos significativos.
¿Qué hace diferente a los psicodélicos?
Los psicodélicos alteran la percepción, el pensamiento y el sentido de uno mismo. A menudo se usan en contextos introspectivos, de forma ocasional, y con fines de autoconocimiento más que de recreación.
Aunque diversos ensayos clínicos ya han documentado su eficacia en el tratamiento de trastornos como la depresión mayor o el estrés postraumático, la mayoría de esos datos provienen de entornos médicos controlados.
Este estudio, en cambio, refleja el uso espontáneo y cotidiano. Y aun así, los resultados sugieren que los psicodélicos pueden tener un papel singular en la recuperación emocional.
“La mejora no se observó en contextos clínicos, sino en usos naturales y personales”, señala Bălăeţ. “Esto sugiere que el contexto y la intención detrás del uso son factores clave en su efecto psicológico”.
El momento y el contexto importan
Las mejoras se produjeron después del pico de la pandemia, en un período más estable. Esto sugiere que los psicodélicos podrían ayudar a procesar emocionalmente eventos traumáticos pasados, en lugar de ser meros estimulantes momentáneos.
Aun así, los autores advierten que no se puede establecer causalidad. La falta de datos sobre dosis, frecuencia, entorno del consumo y otros tratamientos paralelos (como psicoterapia) limita el alcance de las conclusiones.
A pesar de ello, el tamaño de la muestra y la duración del seguimiento hacen de este uno de los estudios más robustos de su tipo hasta la fecha.
Una nueva agenda de investigación: creatividad, cognición y más
Según Bălăeţ, los próximos estudios del equipo se centrarán en cómo el uso naturalista de psicodélicos podría influir en procesos como la creatividad, la flexibilidad cognitiva y la resolución de problemas en la vida diaria.
“Esto es solo el comienzo”, afirma. “Estamos muy interesados en explorar cómo estas experiencias alteradas pueden afectar positivamente al pensamiento y la percepción cotidiana”.
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